Del horror a la esperanza en los campos de exterminio
Perla Reséndez
VICTORIA, Tam.- El hallazgo de un centro de exterminio en Nuevo Laredo, ha significado para muchos que andan en búsqueda de algún familiar desaparecido, una esperanza de respuesta.
Pero también, aunque puede ser la última parada para dar con el lugar donde podrían estar sus hijos, padres, hermanos, la realidad cruda indica un nivel de vulnerabilidad alto de la sociedad ante actos criminales que han quedado en la impunidad.
Muy cerca del kilómetro 26 de la carretera federal 85 Monterrey-Nuevo Laredo, donde se han documentado al menos 72 personas desaparecidas desde 2012 por parte de la Comisión Nacional de Búsqueda, se encuentra un rancho en aparente abandono.
Luego de la presión de familiares y colectivos; el pasado mes de julio, personal de las comisiones de búsqueda nacional y estatales de Tamaulipas y Nuevo León, así como personal de Guardia Nacional y policía estatal y de la Fiscalía de Justicia de Tamaulipas, se iniciaron las búsquedas en los alrededores.
De acuerdo con familiares, la mayoría de los desaparecidos son hombres, mayormente conductores de transporte de carga o taxis de Tamaulipas, Nuevo León, Coahuila, Estado de México, Hidalgo, San Luis Potosí y Veracruz.
Entre los primeros hallazgos que se reportaron en búsquedas que incluso fueron transmitidas vía Zoom para algunas familias, se documentaron palas, hachas, credenciales de elector, teléfonos celulares, ropa, cinta metálica, entre otros objetos en diferentes puntos de esta zona, mayormente dominada por el Cartel del Noreste.
Muy cerca de la llamada “carretera de la muerte”, a unos cuantos metros, el pasado 26 de septiembre, con el grupo de autoridades que andan “peinando” esta y otras zonas, se encontraba Leticia (nombre falso pues se encuentra amenazada de muerte por su labor de búsqueda), quien, en 2014, sin esperarlo ni buscarlo, se convirtió en buscadora.
Ya tenían una semana buscando en diferentes puntos, “la semana del 22 al 26 anduvimos recorriendo Nuevo Laredo, ranchos, agarramos brechas entre los límites de Tamaulipas y Laredo, Texas, dando seguimiento, dimos con la ruta de migrantes”, comenta.
Su esposo fue llevado por la fuerza de su domicilio en Jiménez, Tamaulipas, en enero del 2014, al negarse a trabajar para un grupo de la delincuencia, que lo pretendía reclutar; luego en mayo de ese mismo año, también su hermana, una ama de casa, fue desaparecida y en 2018, de nuevo la tragedia toca a esta familia, cuando otra hermana también se encuentra desaparecida desde entonces.
“Se quedó la familia muy fracturada, ya cuando se llevan a mi otra hermana, mi mamá ya no aguantó, sólo un mes duró y falleció”, recuerda de esos hechos trágicos que le tocó vivir.
“Viví 25 años con mi esposo, éramos una familia feliz, mis hijos vivieron en un entorno feliz, tranquilo, estable y de la noche a la mañana nos descompusieron todo”, recordando a su esposo como un hombre trabajador, “él era trailero y no quiso trabajar con ellos”, se refiere al hablar de los delincuentes.
Desde entonces, se convirtió en investigadora, buscadora incansable; como todos los que buscan a un familiar desaparecido, aprendió a prueba y error, preguntando, tocando puertas, perdiendo o al menos ocultando el miedo, la sed y el hambre, pues muchas veces pasan jornadas extenuantes, recorriendo caminos de terracería, pero también entre el monte y lugares de difícil acceso.
Tan solo en este año, ha sido amenazada al menos tres veces; luego que en febrero pasado, logró dar con un campamento, del que había escuchado desde que inició la búsqueda de sus familiares en 2014.
“Apenas este año di con el” (campamento), del que tampoco se precisa el lugar, pues continúan los trabajos para procesarlo y recabar los indicios que podrían significar pistas de quienes allí murieron.
“Tan solo en un mes, procesamos en tres puntos, donde puse cruces porque fue mi sentimiento, mi religión me lo pedía, no soy muy pegada a la iglesia pero soy católica; ¿sabes cuántos dientes sacamos?, 1,800 piezas dentales, más todo el fragmento”.
La historia de Leticia, se repite cientos y miles de veces en Tamaulipas y en el país, donde, al menos en esta entidad, la cifra oficial de desaparecidos es de 11 mil 542 personas.
Sin seguridad personal, solo un localizador gps en su teléfono y su coche, se dirige a diferentes puntos que recorre a pie, con zapatos cómodos, gorra y sudadera porque el sol abraza y quema, varios kilómetros cuadrados en busca de pistas por sus desaparecidos y los de otras madres, con el corazón en la mano, detenido, cada que encuentra lugares como este de Nuevo Laredo, donde podría encontrar las respuestas a las preguntas que cada día rondan su cabeza, ¿dónde están?
Alejada de los reflectores que pueden dar las redes sociales o las entrevistas con medios de comunicación, su trabajo silencioso, callado pero muy valioso, hoy tiene a muchas familias de Tamaulipas como de otros estados, con esperanza por saber de sus desaparecidos.
La cooperación con las autoridades de todos los niveles de gobierno, dice, es fundamental, las familias necesitan el acompañamiento y seguridad para poder recorrer esos largos terrenos, ocupan también la experiencia científica para que cada indicio, como le llaman a cada fragmento óseo o pieza dental hallada, sea procesado de manera adecuada.
“Sin ellos, sin la seguridad, no podríamos caminar”, pero tampoco las autoridades, habrían tenido los resultados que ahora se tienen, de no ser por la insistencia de las familias.
Aún sin conocernos en persona, del otro lado del teléfono a 424 kilómetros de donde me encuentro, me describe el punto donde encontraron el rancho, “alcanzo a escuchar a lo lejos el paso de los automóviles en la carretera”.
Una construcción de concreto abandonada y medio derruida, tiene las paredes llenas de humo, el lugar, fue utilizado como “cocina” para tratar de deshacerse de cuerpos humanos.
“Se están haciendo trabajos de “barrer”, así le llaman, porque están en superficie, como que vienen y los queman y avientan, están en superficie”, señala sobre lo que los peritos llevan a cabo.
“Nada que ver con La Bartolina, allá hay montículos”, señala sobre el otro campo de exterminio, del que titular de la Comisión Nacional de Búsqueda, Karla Quintana, diera a conocer hace poco y donde se han recuperado, al menos 500 kilogramos de restos óseos calcinados.
La Bartolina, en el ejido del mismo nombre, a la altura del kilómetro 26 de la carretera federal cerca de Matamoros, sería el lugar donde delincuentes del Cartel del Golfo, también enterrarían a sus víctimas.
Este lugar fue localizado por primera vez por una integrante del colectivo Madres Unidos por Nuestros Hijos, en abril del 2011; aunque fue hasta septiembre del 2018, cuando se inciaron las búsquedas y procesamiento del lugar.
El 3 de mayo de 2019, se hizo la entrega del sitio a la entonces Fiscalía de Desaparecidos de la FGR, ahora Fiscalía Especializada en la Investigación de los Delitos de Desaparición Forzada de Personas, a fin de que continuara con los trabajos de exhumación y extracción de restos óseos.
De ese colectivo, Rosa Hilda Cisneros, quien busca a su hija Dulce Yamelí, secuestrada junto a ella en mayo del 2012, desde entonces continúa trabajando de la mano de las autoridades.
Desde aquel evento trágico en Matamoros, cuando fue secuestrada junto a Dulce Yamelí y en un descuido de sus captores pudo escapar, se ha entregado a la nada fácil tarea de remover tierra y cielo, para encontrarla.
“Aquí (Nuevo Laredo) en superficie es bastante”, señala Leticia sobre lo que existe en este lugar, hoy resguardado por las autoridades y donde las labores para procesar este lugar, podrían llevarse, lo que resta de este año.
Pero también hay otros puntos del terreno, ya cubierto de maleza, donde podría haber fosas, “todavía no llegamos a los hundimientos, apenas se está haciendo el barrido, porque se llegó hasta donde estaban los tanques, aún no se llega a la casa donde está la mayor concentración y donde están los hundimientos”.
En este punto, alejado de la mancha urbana, de los reflectores y de la política de escritorio, quienes trabajan codo a codo, no conocen la división de (federales, estatales y civiles), la labor de todos es importante y fundamental.
“Esto fue una colaboración de la Comisión Nacional, de la Comisión Estatal y la Fiscalía del Estado, que no se eche la medallita uno porque fue colaboración de los tres”, comenta la “familiar” mencionada por la Comisión Nacional de Búsqueda en el comunicado dado a conocer, en relación con el hallazgo del sitio de exterminio en Nuevo Laredo.
Esta madre que ha dejado también todo por buscar a su esposo y sus hermanas, hoy también busca a los hijos, padres, hermanos, sobrinas y esposas, de otras madres, hijos, hermanos, tíos y esposos, continúa su trabajo, removiendo piedras, maleza, en cualquier lugar podría haber indicios.
Está concentrada en trabajar, no hay tiempo qué perder mientras no se tenga respuesta de dónde se encuentran nuestros desaparecidos; por lo que tampoco le interesa la controversia que se crea entre algunas personas, que quieren acaparar atención.
Dice que seguirá trabajando como hasta ahora, afinando aún más su ojo para encontrar indicios; su olfato para percibir cualquier aroma diferente al contexto donde trabaja en las búsquedas; su corazón y su fe, para seguir firme en la tarea que hoy le toca realizar y que hoy tiene con esperanza de respuestas, a muchos que tienen un desaparecido.
La Buscadora que “encontró” el centro de exterminio en Nuevo Laredo y que hoy es procesado por autoridades estatales y federales, además de la presencia de familias que buscan a sus desaparecidos.