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La Talacha

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Francisco Cuéllar Cardona

La visión del próximo gobernador

Si los pronósticos se cumplen en el 2022 y Morena llega al gobierno estatal, Tamaulipas estaría entrando a su segunda alternancia partidista en apenas seis años.

En cualquier parte del mundo, incluso del país, una experiencia así hablaría de una sociedad madura, y creería que en Tamaulipas, sobre todo su clase política, es civilizada y sensata, pero lamentablemente no parece ser así.

Cuando en el 2016 el PRI fue derrotado tras más de 80 años en el poder, se creyó que se iniciaba una nueva era con esquemas políticos y actores nuevos en el poder, y que el Estado despuntaría a niveles superiores de bienestar y desarrollo; es decir, vendrían inversiones y se tendría una entidad transparente y abierta al crecimiento. Finalmente esos son los beneficios que traen las democracias a las zonas y regiones atrasadas.

La alternancia partidista del 2016, hay que admitirlo, fue solo de color, pero no estructural; llegaron nuevos actores al poder, pero los cambios no se vieron, ni se sintieron. Algunos opinan, incluso que hasta hubo retrocesos.

Sin embargo, Tamaulipas apenas está en el amanecer de su democracia. El pasado 6 de junio se dio otro pasito hacia adelante, y estamos por ver por vez primera cómo se comportan los nuevos actores que llegan a gobernar, particularmente en los municipios más importantes, y el poder legislativo que estará estrenándose como verdadera oposición frente a un gobierno que hizo lo que quiso en esta legislatura sin sonrojarse ante los ojos de la opinión publica nacional y local.

En esa apertura que apenas se está viendo y viviendo en Tamaulipas, surgen muchas preguntas y hasta existe una enorme incertidumbre sobre cuál será el comportamiento de Morena; más en el poder legislativo frente a un gobierno panista que se ha confrontado con todos, particularmente con el poder federal.

¿Llegarán los diputados de Morena el 1 de octubre con el cuchillo en los dientes para ajustar cuentas con el poder Ejecutivo?, ¿Se pondrán la capucha de verdugos y llevarán a la guillotina a los funcionarios y titulares de las dependencias que hayan cometido faltas y actos de corrupción?, ¿cuántos o cuántas diputadas morenistas que llegan o repiten tienen convicción de trabajar para la 4T, o pueden ser tentadas por el dinero y se brinquen al bando contrario como lo hicieron los actuales?, ¿el líder o lideresa que llegue a pastorear el rebaño morenista tendrá la capacidad para evitar que las ovejas se salgan del corral?.

De eso se trata la verdadera alternancia y la madurez de la nueva clase política morenista que está por estrenarse en el poder en Tamaulipas; que entiendan los nuevos tiempos y que asumen su verdadero rol histórico que les ha tocado jugar. Incluso, en el caso que Morena ganará la gubernatura en el 2022, ¿hasta dónde el Poder Legislativo le guardaría lealtad al nuevo gobernador?; más conociendo la naturaleza conflictiva de la militancia morenista, que a diferencia de PRI y del PAN no saben de la institucionalidad y la disciplina.

Estamos ante escenarios atípicos que solo las alternancias y las democracias nos traen.

Todo lo que está sucediendo en Tamaulipas es positivo, porque se acabaron las hegemonías y las disciplinas a rajatabla de los gobernadores absolutistas. El próximo titular del Ejecutivo, aun siendo de Morena, deberá tener la visión modernista de la política. La entidad, aun con todos sus atrasos, está dejando de ser una aldea donde el salvajismo político no tiene espacios. Si el gobernador que venga no lo entienda así, mejor que se quede donde está.

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