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La Talacha

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Francisco Cuéllar Cardona

Sin Rodolfo, y un PRI herido de muerte 

Al menos en Tamaulipas, lo hemos escrito antes, cuando asesinaron a Rodolfo Torre Cantú, precisamente hace ya once años, el PRI también quedó herido de muerte, y hoy, es inevitable decir que está sin alma, sin cuerpo y que apunta a quedarse como un fantasma lastimoso que no asusta a nadie. Sus siglas, van de un lado a otro, y que son garantía de derrota.

Las balas que privaron de la vida aquel 28 de junio del 2010 al virtual gobernador Rodolfo Torre, murió también una generación de políticos que estaban destinados a darle vigor y fortaleza a un PRI que lucía desde el norte como un partido rejuvenecido y que apuntaba a seguir en el poder por las menos dos o tres generaciones más. Sin embargo, hoy prácticamente es un cadáver político que se arrastra penosamente como una franquicia devaluada que todos quieren usar, o que todos le sacan la vuelta.

Rodolfo Torre Cantú, fue el último priista de cepa que lo mismo tenía la sensibilidad para escuchar y ayudar, como también contaba con un olfato político para sumar y tener consensos. Hoy, once años después de su trágica partida, no existe en Tamaulipas una figura dentro del priismo, incluso en el resto de los partidos que unifique y genere confianza.

Penosamente, su muerte sigue impune. Su expediente está empolvado y extraviado en el muladar de los archivos muertos de la Fiscalía General de la República (antes PGR). Hoy nadie sabe, ni nadie reclama, excepto su familia que no pierde la esperanza de que un día se conozca la verdad y se castigue al responsable o los responsables del aquel artero crimen que enlutó, no a un partido, sino a una sociedad que se identificaba con ese doctor que curaba enfermedades y sanaba heridas políticas.

Su expediente de más de 11 mil fojas, donde están los testimonios de más de 300 personajes de la política, incluso del crimen organizado, está como muchos más casos de injusticias que la historia registra como olvidados o archivados.

De Luis Donaldo Colosio Murrieta, hubo muchos detenidos, y se concluyó (que nadie creyó) que hubo solo un asesino solitario (Mario Aburto; de José Francisco Ruiz Massieu, igual se detuvieron a muchos y se encontró responsable al hermano del Presidente Carlos Salinas de Gortari (Raúl Salinas, que purgó unos años en la cárcel). De otros casos sonados, alguien ha tenido que pagar, pero en el caso de Rodolfo, no se detuvo a nadie y jamás se procesó a nadie. Fue un crimen perfecto que se consumó a plena luz del día ante cámaras y videos que grabaron la ejecución, no solo del doctor Torre Cantú, sino del diputado Enrique Blackmore y sus escoltas.

Uno de los fiscales que llevó e investigó el caso, en una larga entrevista que concedió al que escribe, dejó entrever (sin atreverse a afirmarlo) que pudo ser un crimen de Estado, que se dio en el 2010, cuando el país, entonces Presidente panista (Felipe Calderón) quería frenar a toda costa el regreso del PRI al poder, y que finalmente no lo consiguió porque Enrique Peña Nieto llegó a la Presidencia en el 2012.

En la larga investigación que se hizo del caso Rodolfo Torre, se sospechó siempre que la autoría del crimen venía del crimen organizado que entonces dominaba y controlaba Tamaulipas, pero tras ser requeridos por la autoridad federal que atrajo el caso, estos afirmaron categóricamente ser ajenos al hecho.

Coincidentemente las armas que se utilizaron en el asesinato fueron encontradas y eran propiedad de las fuerzas armadas, pero no se supo más y desde entonces, el silencio se ha prolongado por once años, incluso Egidio Torre que gobernó el Estado, optó por cerrar ese triste capítulo y sus reclamos de justicia durante su mandado fueron débiles y con ganas de no insistir para no abrir heridas.

Este lunes 28 de junio, a las 10:37 horas AM, se cumplen once años del oprobioso asesinato, y el moribundo PRI a través de su dirigencia tal vez tenga preparado algún evento frente a la estatua que se mandó hacer en la explanada del partido en ciudad Victoria, y quizás las mujeres y hombres de las colonias que siempre abrazaron y siguen llorando por él, van a ir al lugar donde quedó su cuerpo sobre la carretera. Su familia, seguramente lo recordará en privado, pero queda claro que su muerte injusta, enlutó a un Estado que desde entonces tiene hambre y sed de justicia, pero sobre todo de tranquilidad.

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